23 de diciembre de 2011

De la mariposa a la oruga

Estos días estoy cogiendo el autobús al salir del trabajo. Resulta desolador ver entrar a una panda de adolescentes día tras día. Que nadie se lleve a error: son estudiantes. Algunos de casa bien (se nota por las ropas, la forma de hablar y los temas de las conversaciones).Otros son de barrios menos "bien". Pero en conjunto deben ser una muestra de jóvenes bastante homologable a lo que se puede encontrar a la salida de cualquier instituto.

Es desesperante verlos interactuar entre ellos y escuchar sus conversaciones. Son como para darse de golpes contra la pared. La edad del pavo en su mayor esplendor.

Seguro que yo, como tod@s, fui/fuimos así. Pero todo mi ser se revela. Me resulta imposible empatizar con esos seres. Los miro y ........ aaaaaggghhh! QUE HORROR!

Y llego a casa y ahí esta Mi Churrumbel (Mi Ch) que me recibe todo sonrisa y grititos. Me coge un dedo de la mano y me lleva a mostrarme el último juego que ha descubierto o un trozo de fruta que está comiendo como si fuera lo mejor del mundo.

Entonces me doy cuenta de que solo 30 segundos después de entrar por la puerta ya estoy babeando y siento como la mamitis me inflama el corazón. Me noto inflada como un globo de un amor loco por ese personajillo que aún no habla, pero ya sabe explicarme tantas cosas con sus ojos que vibran mirándolo todo y gesticulando con esas manos que no paran de tocar el mundo que le rodea.

Y esta mariposa se va a convertir en gusano lleno de hormonas?



Atesoro estos momentos, cargo las pilas de amor. Porque algún día (aún lejano a Dios gracias) necesitaré de todas esas reservas para soportar un adolescente al que todo le aburrirá, que pensará que los adultos son idiotas (y su madre la primera) y que no sabrá que hacer con todas esas hormonas que le rondan por su cambiante cuerpo.

Sniff! 

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